8 mar 2011

Destino: India

¿Alguna vez haz cuestionado tu vida? ¿Te has preguntado por qué suceden las cosas? ¿Has tenido un sueño tan nítido que te cuestionas lo que es real y lo que no lo es? Yo lo hice.

Hace más de seis años alguien me dijo: “Vas a ir a la India”; jamás lo creí y sin embargo así, de pronto, se presentó ante mí una oportunidad en un millón para viajar a la India. Así que tomé valor, decidí dejar mi empleo y viajar a la India para adentrarme más en la filosofía del Yoga; una filosofía que me apasionó desde la primera vez que la conocí…El desapego, el amor incondicional, el vivir cada día como si fuera el último. “¡Si, Voy a ir a la India!” – me dije animada - . Mi escepticismo comenzó a desvanecerse y comencé a creer en el destino.

Dejé pues mis miedos y tabús atrás y me encaminé en un viaje que cambiaría mi vida como jamás hubiera imaginado; me di cuenta de lo distinta, a veces gris, que era mi vida antes, de aquella búsqueda constante de “algo más” y de la infinita cantidad de posibilidades que nos da cada nuevo día. Madre India me abrió los ojos a una nueva vida…como aquel pez que de pronto se da cuenta del estanque en el que vive; abrí los ojos.

Desde que llegué me enamoré. Me enamoré de aquellos rincones llenos de color y de vida, donde la religión toma forma y se vive en la propia cultura; donde los niños son los más grandes maestros, donde la gran sabiduría del universo es conocida hasta por los menos letrados, donde se reverencia no al rico ni al poderoso, sino a aquellos que viven humildemente su espiritualidad, donde todos son felices con lo que son, con lo que tienen, gracias a una filosofía milenaria y sabia, que nos dice que somos esencia y amor, que todo tiene una razón de ser, que siempre hay alguien que nos cuida y nos protege, no importa cuán desamparados nos encontremos.
India es en efecto, un shock para muchos, pero para aquellos que se animan a saltar aquella primera barrera, se convierte en un cambio de vida completo y sin retorno. Yo fui a India a encontrarme, y encontré mas de lo que jamás imaginé.

A través de los años, India poco a poco se convirtió en mi segundo hogar. De pronto me ví regresando una y otra vez, quedándome mas y mas tiempo; allí, conocí a mi Gurú a la orilla del río Ganges; con él aprendí a meditar, aprendí el verdadero significado de la filosofía del yoga, pero más que nada, comprendí el significado del amor verdadero:

“Todos buscamos amor” – decía Swamiji – “Pero debemos entender que el amor no es un negocio”, decía mientras acomodaba su mala de semillas sagradas sobre su bata de color anaranjada. “En el amor verdadero no hay demanda, no hay expectativas, sólo existe el amor en sí. Lo que sea que des, es lo que vendrá, así que date a la tarea de dar siempre amor, aunque estés molesto, aunque no puedas mas, solo da amor.”

“Observen este mala de madera de sándalo, este mala nos ofrece el olor mas bello cuando lo aplastamos, cuando lo rompemos, cuando lo hacemos cenizas; seamos pues como este mala, en los momentos más difíciles demos las más bellas palabras, las más bellas acciones, siempre demos lo mejor.” (Palabras de Swami Dharamananda Saraswati)

Al pie de los himalayas escuché las enseñanzas del Dalai Lama; en aquellas montañas donde viven los monjes vestidos de color burgundi entendí el significado de la verdadera compasión. Viví en un monasterio, en un ashram, en las montañas, en las villas más sagradas, estudié todo lo que se me presentó, fui de un lado a otro, medité, para finalmente darme cuenta de que aquello que buscaba estaba dentro….sin embargo en aquel largo camino estuvo el verdadero aprendizaje.

Años después, la misma India me mostró el camino donde conocería a mi compañero de vida y esposo. “Llegó exactamente cuando tenía que llegar” – dijo mi maestro- “No antes, no después, como todo mi querida Julieta”. Nuestro maestro nos hizo el honor de casarnos con los debidos rituales hinduistas provenientes de los libros sagrados, a la orilla del río Ganjes, entre Sadhus, Saris y tambores, a la orilla de un río sagrado, alrededor de la flama sagrada, donde fuimos bendecidos por hombres sabios a los pies de los himalayas.

India me ha dado todo; espiritualidad, experiencia, sabiduría y amor. Lo único que me queda es contribuir compartiendo estas experiencias con aquellos que como yo, estén en esa búsqueda constante de “algo más”. Así pues, cada año me he dado a la tarea de mostrar el camino a aquellos que lo necesiten.

“Tu tarea ahora es compartir tus experiencias” – me dijo mi maestro. “Los que deban llegar, llegarán…ese es el destino”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario